Sinfonía para el poeta Hugo Alejandro

Opulencia y superposición de estilos con preeminencia del misticismo y romanticismo. Cautividad barroca, derroche de color, sustancia de lo inaccesible, elevación gradual y palpitante de la emoción. Simbiosis de lo terrenal y de lo etéreo. Ámbito sin fronteras de la vida y la muerte. Suma y efecto del doloroso misterio de la vida; del inacabable sentido de lo infinito. Pintura barroca, brumosa, a veces luminosa. Lucha abierta de contrasentidos entre la luz y las tinieblas, el bien y el mal.

Sentido caótico y absurdo de la justicia terrenal. Brevedad abismal del sentido de la vida del hombre. Inventario inverosímil del balance siniestro finisecular. Hondura y amargura, tristeza, eco, desamparo ante tanto dolor y pena sin remediar. Abominación y degradación de una época. Amasijo de paisajes fantásticos, planetarios que rebosan el éxtasis de la imaginación desencadenada.

Plácido mundo de transfiguración espiritual cristiano, terrible por instantes, plagiado a veces por monjes y monasterios que complementan imágenes fantasmagóricas y alegorías surrealistas en metáforas, frutos del éxito saturado de la poesía que carece de fronteras.

Emerge pleno, propio, tan de sí y de todos, con sabor salobre de isla, y de conciencia universal. Surrealismo y expresionismo pictórico.
Enfrentamiento sutil y violento de imágenes a veces fresco, de puro trazo que no sortea la dificultad estilística y de fondo.

Obra de arte en simiente, aunque madura, que posee atmósfera propia, no prestada. Grito que es espasmo y contracción dolorosa del alma, que pide, ruega, declara y perdona. Emergencia del sentido universal del amor y apertura del dolor.

Viajero incansable de sueños que repercuten en nuestras almas, convirtiéndonos en compañeros de un intricado viaje.

(Año 2000)

(X. M. Borges fue bibliotecaria durante muchos años y falleció en 2017 en La Habana, a avanzada edad. Nota del autor H. A. Diez Guzmán.)