Carta a Juana Rosa Pita por su poemario “Imaginando la verdad”

(El poeta, ensayista y traductor Manuel Santayana, acusa recibo del poemario Imaginando la verdad, Ediciones Deslinde, Madrid, 2019).

Y ahora, a tu libro Imaginando la verdad. ¿Por dónde empezar? Desde la presentación, con las reproducciones del modesto y genial Soriano, a quien traté en los años de la Editorial América, hasta la humanísima y espiritualísima irradiación de tus poemas más ceñidos y el encanto de los más largos y anecdóticos, es un libro exquisito. Sólo los humanos podemos imaginar la verdad, cortejarla, tratar de humanizarla en nuestra medida y ahondar a la vez nuestra esperanza trascendente a través de la poesía: lo que haces tú de manera única, con palabras serenas, hondas y transparentes; sin retórica y “a luz pelada”. (No olvides que se trata de una primera lectura). 

No puedo detenerme en cada composición, porque este correo se convertiría en una longaniza; pero sí destacar ciertos poemas y fragmentos que me iluminaron y me acompañarán desde ahora para mi fortuna y regalo. Tus poemas tienen tal unidad, aun los más extensos, que resulta difícil entresacar versos o fragmentos de su totalidad. Y en los breves, nada falta ni sobra. “Nada pesa sin misterio”, es una verdadera joya más allá de sentido y sinsentido. “Todo hallazgo feliz es transitivo” toca aún más de cerca tus raíces guillenianas, en verbo y en espíritu, frase que, en tu caso, bordea peligrosamente la redundancia. 

“Sueño de cinco pétalos” (desde el título), “Navidad o lo vertiginoso” (sobre todo los últimos versos), “Pérdidas que enriquecen”, “Sorbo a sorbo” (¡el primer trébol!) “Entre mar y tierra” y “Llave maestra” me parecen maravillosos. “Tesoros en puerta” (sobre todo  el 2, el 3 y el 7). “Nuestra misión”; “Entender no entendiendo”, que puede liberar de opresión de alma a otros / sin arriesgarse a que los silencien. 

“Secretos de estilo” y “Sencillez”: dos joyas. “Manifiesto de abril”, “Lo insuistituible”… ¿En qué punto detenerse?

De la sección final, destaco apenas “Florentinos” (¡pues, claro!) “Juste milieu” (el santo equilibrio) Y “Victoria”: ¡qué orteguiano proyecto vital! Aclimatarse a la felicidad / inherente al misterio originario / es preciso. Y secuestrar la vida. 

Y en los “Motetes”, poema extenso tan íntimo, verdadero soliloquio para compartir con quien se ama, ese “indefenso esplendor” de Venecia con que alcanzas, en un trazo, lo inefable. “Trío” hermosura total. Para mí equivale lo que sería para mi mujer el regalo de una joyería completa. Y volviendo a la Serenissima: “Tiempo cristalizado”. “Vida condensada”: eso es tu poesía. 

“Secreto sentido”: va a lo primigenio y esencial, bellamente dicho. Los dos últimos poemas, “A paso ágil” y “Peregrino”: franqueadas las puertas de la sabiduría terrenal y de la ternura. ¿Se puede pedir más a la poesía?

Y no puedo privarme de citar (por más que deteste fragmentar tus poemas) estos versos de “Casa presencia”, que invitan a habitarlos:

     Ahora, casa
se vuelve para mí cualquier espacio
donde a veces estamos juntos,
sin importar ciudad, tiempo o lugar.
Algo más que de piedras y palabras
-incluso a cielo abierto- nos acoge:
se hace íntima, invisible a nosotros.
Casa presencia en fin, único reino.

Gracias una vez más por tanta belleza y saber poéticos resumidos en unas cuántas páginas inacabables (en el mejor sentido del vocablo). Recibe mi enhorabuena una vez más, y mi abrazo agradecido.”